En la ciudad de los sueños:
construcciones de antigua arquitectura, enormes campanarios que evocan sonidos
lejanos, una humanidad situada fuera del tiempo, una historia particular, una
ciencia centrada en la naturaleza: ingentes relojes solares, clepsidras de
tiempo acuático, mecanismos de ciclópeas puertas que funcionan con el rayo de
luna, luz biológica, observatorios de estrellas, energía que se activa con la
marea de los litorales. La ciudad provoca sentimientos encantados de un ensueño
mágico y nunca antes visto en su forma y ontología: entre lo gótico, clásico y
más particularmente Gaudiano- ciclópeo.
Al adentrarme a sus calles y avenidas con un cielo en
torbellinos perpetuos cuyas nubes giran incansablemente y cuyas especies de
mamíferos gargólicos voladores se propagan y vuelan con mayor facilidad sobre
un cielo gris, sobre montañas donde los relámpagos se establecen con una
violencia intrépida e incansable, donde mi palacio exuberante no tiene límites
cercanos, supe que de ahí vengo que esa es mi ciudad, la ciudad sin nombre…