miércoles, 28 de julio de 2010

MADRE TIERRA

MADRE TIERRA

En cada amanecer, dentro del alba dorada,
exhalo tu perfume áureo sabor a vida;
cuando rompe la luz sus destellos cristalinos
y el horizonte de toda criatura respira esperanzas.

Veo el cielo azul de Vanini,
las nubes, el mar; todo es naturaleza divina
y siempre que estoy sano acaricio un árbol,
mientras el viento peina su melena leónica.
¡Cuanta pureza panteísta renace cíclicamente!

¡Oh madre tierra!
en todo momento sabemos que somos tus hijos
y que tienes vida, una vida extraña,
porque es diferente a la de la planta, el animal y el hombre.

Ya Marcillo ficino habló de tus pelos,
de tus dientes y de tus huesos.
Geordano Bruno mencionó que eras un gran animal
de sangre caliente y dotado de razón.
Robert Fludd afirmó que eres un monstruo viviente
y quien no lo crea, que lea las piadosas páginas
del Zend Avesta.

Por esta razón alzo mis brazos
hacia tu horizonte inalcanzable,
para saludarte y al instante me pregunto:
¿Cuándo fue la última vez que hablaste con tu voz telúrica
a un ser mortal?


¿Quién ha escuchado tus gemidos primigenios?
¿Nunca te imaginaste que tus propios vástagos
te estuvieran destruyendo?
¿Cuándo has llorado ríos sabor a sal?
¿Cuándo has sangrado lava?

Al medio día veo, otra vez, tu faz ingente
llena de valles, ríos, selvas, desiertos, mares;
todos tus elementos destruidos, contaminados;
Pero aún así, montañas ciclopeas se realzan
Imponentes besado el cielo.

En el crepúsculo incierto observo
ruinas de ciudades ultramodernas,
países fantasmas y desolados,
hecatombes y sociedades distópicas.
Y tus últimos hijos peleando la guerra
de la primera y la postrera tecnología;
una guerra con piedras y palos.

Mientras tú lanzas tu último gemido,
y mueres…

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