miércoles, 20 de enero de 2016

LA MEJOR PREGUNTA



En una tierra muy antigua, perdida en el tiempo, vivió un niño muy singular; su principal preocupación era hacer preguntas sobre el mundo circundante en el cual vivía y concluyó que todos en la vida tenemos aunque sea una pregunta de la cual jamás encontraremos su respuesta.

Aunque ya había recibido respuestas de varios temas, le preocupaba hacer la pregunta más indicada y la más pertinente de todas. Se cuestionaba: ¿cuál sería la mejor pregunta que se podía hacer? Ya que tiempo atrás había escuchado a un ermitaño que pregonaba: “tengo respuestas, tengo respuestas ¿quién tiene preguntas?”

Entonces él decidió salir por todos los lugares para decir: “tengo preguntas, tengo preguntas: ¿Quién tiene respuestas?” Deseó encontrarse algún día con ese ermitaño. Al emprender el viaje, mientras iba caminando por la orilla de un risco, se avecinó una fuerte tormenta y para protegerse se adentró a una cueva, agarró una antorcha, ¡que ya estaba encendida!, al explorar por todo el interior, le llamó la atención una pintura rupestre que mostraba a Odín situado de pie del gran árbol que sostiene el mundo; el cual es custodiado por el gigante Mimir, Odín bebiendo un sorbo del pozo de la sabiduría a cambio de su ojo. Al salir de la cueva, ya era medio día y vio a lo lejos sobre una llanura erosionada,  a un hombre anciano que traía una lámpara encendida porque buscaba respuestas. Por alguna extraña razón, supo que ese hombre anciano era él y le invadió una gran angustia al pensar que se pasaría la vida vagando por el mundo buscando respuestas…

Tenía que seguir adelante, pues entendió que esa visión le había mostrado lo que pasaría si no encontraba sus respuestas. Al llegar a un bosque, se sentó a meditar a la sombra de un árbol bodi, frente a él, sobre el suelo, estaba una piedra que tenía forma de cabeza humana y se le ocurrió hacerle la pregunta: señora piedra ¿cuál es la mejor pregunta que se puede hacer?, pero la piedra, que se llamaba “Petra”, no respondió de inmediato, sino hasta el otro día, y le dijo: “la mejor pregunta que se puede hacer es esta: ¿cuál es el mineral más duro que existe sobre la tierra y dentro de sus entrañas? Pensó en el ópalo, el diamante, el granito. Entonces anotó la contestación en su pergamino para después reflexionar en todas las respuestas recopiladas.

A un lado de la dura piedra había crecido una delicada flor lozana y jovial que abría la mañana presagiando un cielo despejado. Al observar su delicada piel y el rocío en sus pétalos, le hizo la misma pregunta que estaba usando para su indagación necesaria. Narciso le respondió: ¿cuál es lo más bello y sublime que existe sobre el universo? En ese momento se quedó perplejo pensando en esa gran pregunta y pensó en el amor, en un crepúsculo en un acto bondadoso, en el arcoíris, en el océano.

Al terminar la mañana iba pasando una oruga sobre la cabeza de piedra antes cuestionada y el niño la subió sobre sus manos para lanzarle la inquietante pregunta, pero Olga no pudo contestarle porque en ese instante se convirtió en mariposa y se fue volando de entre sus manos hacia un santuario más lejano.

Después, al quedarse dormido sobre el pasto se le apareció una Quimera (de la cual no supo su nombre) y ésta mientras se comía su delicada flor, le dijo: “Sé lo que quieres preguntarme, así que te contesto: ¿Cuál es el ser más fabuloso que existe sobre el reino de la fantasía? El niño pensó en el hipogrifo, en la mantícora, el centauro, el naferón… Mientras iba pensado en ellos, la Quimera se iba desvaneciendo al ritmo de una melodía que lo despertaba a la aparente realidad y a la que identifico como la canción de “Seikilos” a lo lejos vio la silueta de Orfeo como se alejaba hacia occidente para llevar su música a todos los iniciados.


Al caminar hacia oriente encontró un lago del cual bebió toda el agua que pudo, aunque no dio a cambio su ojo tuvo que sacrificar otras cosas como sueño, esfuerzo, frío, hambre, desilusión, fatiga, miedo. Cuando terminó de beber vio reflejado su rostro verdadero sobre la ondulante agua, que después se transformó en la cabeza de piedra, en la oruga, en Narciso, en la Quimera, Octavio, Garuda, Ulalume… Un pez dorado que salió del fondo del lago desvaneció su rostro mientras nadaba en círculos. Pensó en la infinita distancia que los separaba a uno del otro de esos dos lugares de esos dos seres que concebían el tiempo de una manera tan distinta quizá, pero aun así le hizo la misma pregunta, pero Octavio se hundió hacia lo profundo, pero al emerger nuevamente le respondió: He preguntado lo mismo a un sabio y longevo pez que permanece oculto en la profundidad y no se ha revelado, aun así me ha respondido: ¿cuál sería el gran pez que podría vivir fuera del agua sobre el horizonte de la tierra? Esta vez no se le ocurrió ninguna posible respuesta.

Al caminar una gran distancia sobre la montaña a través de la cordillera llegó a una llanura donde se encontró a un hombre gimnosofista que miraba inmóvil hacia el sudeste y guardaba entre sus manos el latido del monte más cercano, con toda la tranquilidad sin impaciencia (paradiástole). Arriba de él había un águila que volaba en círculos descendentes y se paró sobre la piedra de Erech con gran majestad, parecía una esfinge bajo el esplendor del sol. Entonces, acercándose a ella le hizo la pregunta y ésta le respondió: ¿Cuál es el ave más poderosa que ha surcado los cielos des tiempos inmemoriales? Se acordó del ave Roc, del Estifalia, el pájaro Wampum… En tanto el Garuda emprendió el vuelo para seguir inspirando a los hombres la contemplación y la iluminación espiritual.

Llegando a un desierto, se paró sobre una duna mirando su vastedad y le pareció sublime esa inmensidad de la nada, un pozo sin fondo, un abismo que le causó angustia y no se atrevió a cruzar alejándose de él. Subió a un minarete para poder ver mejor: observó la costa a una gran distancia con sus bahía y su faro que reflejaba grandes destellos a los extraviados; vio la cordillera por la cual caminó durante días enteros; el monte de la desesperación, el bosque de coníferas, la llanura, el volcán, la meseta a la cual quiso ir para pasar la noche; pero antes tenía que cruzar por un bosque más oscuro.

Al llegar a la entrada del temido bosque le invadió el miedo y el estupor, pero siguió con valor. Al adentrase vio un hombre que tenía por montura un murciélago cuyas alas abrían la noche y dejaba libres a tantas criaturas que no solo vivían en la oscuridad de la noche, sino en las tinieblas de los corazones humanos. Al caminar por el sendero de los sauces fue guiado por el búho Athene noctua hacia la lechuza Ulalume que estaba parada sobre la rama de un olmo antiguo. Al hacerle la misma pregunta ésta le contestó: ¿Cuál es el psicopompo que ha guiado a más almas a su descanso eterno? Se acordó del cuervo, de los búhos, de Caronte, de Azrael. Cuando ya se iba para terminar de atravesar el bosque, Ulalume le volvió a hablar y le dijo: te veré nuevamente cuando sea tu guía hacia la eternidad…

Se dirigió hacia la meseta que se extendía a la orilla de un valle con un río y una aldea con tejados centellantes. En medio de la meseta vio a un hombre que meditaba en posición de loto bajo la sombra de dos árboles bodi; del cuál dicen que durmió durante 50 años seguidos, pero otros dicen que fueron más años. Al ver que había terminado de meditar se acercó a él porque intuyó que iba a recibir una respuesta satisfactoria de su parte, puesto que había reflexionado, a lo largo del viaje, sobre todas las respuestas recibidas concluyendo que no se trataban de una aparente subjetividad sino de que cada ser o entidad está inmersa en un mundo con límites conceptuales que deben ser traspasados por sí mismos o superar su misma naturaleza para ver del otro lado, hacia un horizonte más extenso.

Antes de de hacerle la pregunta adecuada, creyó prudente que también debe haber una respuesta adecuada, porque el ser adecuado hace la pregunta adecuada. Así que le preguntó: Maestro ¿Cuál es la mejor pregunta que se debe hacer y cuál es la mejor respuesta que se debe dar? Y el maestro le contestó: “La mejor pregunta que se debe hacer es la que tú me hiciste y la mejor respuesta que se puede dar es la que yo te estoy contestando”



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